GENERAL
Generalización y discriminación: entre lo que cambia y lo que se repite
¿Alguna vez te ha pasado que un animal realiza perfectamente un comportamiento contigo… pero con otro entrenador es como si no supiera nada? ¿O al revés, que empieza a mostrar una conducta entrenada en momentos completamente inesperados? En ambos casos, probablemente estés lidiando con dos caras de una misma moneda: la generalización y la discriminación del comportamiento.
Aunque puede sonar raro, estos conceptos están presentes en cada sesión de entrenamiento, incluso cuando no nos damos cuenta. Son tan importantes como el refuerzo positivo o el propio bridge, y entenderlos a fondo puede marcar la diferencia entre un comportamiento realmente funcional y uno que solo parece estar “aprendido”.

¿Qué es generalizar?
Generalizar, en términos simples, es cuando un comportamiento aprendido se “traslada” a situaciones nuevas sin haber sido entrenado específicamente para ello. Es como cuando enseñas a un perro a sentarse en casa, y luego lo hace también en el parque, en la calle o en la clínica veterinaria. En este caso diríamos que el comportamiento se ha generalizado.
En entrenamiento animal, esto no ocurre por arte de magia. Necesita planificación. Por ejemplo, si un delfín aprende a presentar su aleta caudal para un chequeo médico con su entrenador en un determinado lugar, eso no garantiza que lo vaya a realizar con el veterinario en otro lugar diferente. Para que eso ocurra, debemos trabajar activamente la exposición progresiva a variaciones del entorno, personas y condiciones.
Debemos tener en cuenta que un comportamiento no está realmente terminado hasta que se ha comprobado su fiabilidad en diferentes contextos. Quizá no sea necesario generalizar un comportamiento en todas las situaciones posibles que imagines, pero si necesitarás que sea muy probable en una gran mayoría de ellas.
Por ejemplo, volviendo al caso del delfín presentando la aleta caudal para una extracción de sangre. Será necesario que el delfín tenga el comportamiento generalizado en diferentes piscinas, con diferente grupo social, otro entrenador, por la mañana, por la tarde, ¡e incluso si está sano como si se encuentra enfermo!
De ahí la gran importancia de los refuerzos secundarios de los que hablábamos en artículos anteriores como “Qué lleva a un animal a realizar un comportamiento” porque si el comportamiento está bien entrenado, cuando tenemos a un animal enfermo aún habrá margen de que el animal confíe en esa relación con su entrenador para conseguir que responda al comportamiento y extraerle sangre voluntariamente con éxito sin necesidad de usar el refuerzo primario porque entendemos que uno de los primeros síntomas de un animal enfermo suele ser la pérdida de apetito.

¿Y qué es la discriminación?
Aquí es donde entra el otro lado del juego. Discriminar —conductualmente hablando— significa saber cuándo y con qué señales realizar un comportamiento, y cuándo no. Si todo se generalizara sin ningún tipo de control, tendríamos animales lanzándose a realizar cualquier comportamiento sin que nadie lo haya pedido.
Por eso, enseñar a discriminar es igual de importante que enseñar a generalizar. Implica crear señas claras, coherentes y bien reforzadas. Karen Pryor lo explicó con mucha elegancia en su clásico “¡No lo mates, enséñale!”: la clave es que el animal entienda qué señal activa el comportamiento y que no lo haga en su ausencia.
Por ejemplo, si estás entrenando a un león marino para una revisión de la boca, entrenarás lógicamente que abra la boca, ¡pero no quieres que abra la boca continuamente sin parar nada más te vea aparecer! ¿cierto? por eso, deberás entrenar tanto la seña de abrir la boca como el acto de no abrirla cuando no lo pidas.
El equilibrio entre ambas
Aunque pueda parecer que son opuestos, en realidad generalización y discriminación van de la mano. Lo ideal es que el animal generalice lo necesario (el comportamiento puede ocurrir en distintas situaciones), pero discrimine con precisión (y solo lo emita cuando se le pide).
¿Y si no lo hacemos bien?
Cuando se descuida esta doble estrategia, aparecen problemas frecuentes en entrenamiento: comportamientos que se “desordenan”, que se muestran en momentos inadecuados o que solo funcionan en circunstancias muy específicas.
Un clásico es el comportamiento supersticioso, del que hablamos también en artículos anteriores como “Entrenamiento silencioso”. Ese tipo de respuestas que no han sido reforzadas intencionadamente, pero se cuelan en la cadena de acciones del animal. Como ese lobo marino que empieza a girar antes de comer, simplemente porque una vez lo hizo y recibió pescado inmediatamente después. Si no se discrimina bien qué se está reforzando, estas acciones pueden multiplicarse.
Cómo entrenar la generalización y discriminación en la práctica
- Planifica desde el principio la generalización: cambia de entrenador, de lugar, de momento del día... Refuerza en todas las situaciones en las que quieras que el comportamiento funcione. Recuerda que hay detalles son muy importantes y no podrás pasar por alto. Por ejemplo, si vas a entrenar una radiografía, tendrás que simular el aparato de rayos x con una caja o algo similar. Deberás encontrar algo similar a un delantal ya que el veterinario te hará llevar, el día de la prueba real, un delantal de plomo.
- Cuida las señales: deben ser claras, únicas y coherentes. Cambiarlas constantemente o usarlas de forma ambigua solo confundirá al animal.
- Observa qué más ocurre durante el refuerzo: a veces reforzamos sin querer una conducta que no estaba en el plan, y se cuela en la rutina. Ocasionando lo que conocemos como comportamientos supersticiosos.
- Haz la prueba: ¿el animal responde solo cuando es necesario? ¿Con distintos entrenadores? ¿En entornos distintos? Si no, vuelve atrás y refuerza esos pasos.

En Wezooit pensamos que la generalización permite que el comportamiento se consolide. La discriminación evita que se descontrole. Sin la primera, nos limitamos a un solo escenario. Sin la segunda, tenemos caos y un animal inestable. Y como todo en entrenamiento, encontrar el punto medio es cuestión de prueba, error y mucha observación.
Es fascinante ver cómo un mismo comportamiento puede adaptarse o desintegrarse según cómo se trabaje. Y ahí es donde el rol del entrenador se vuelve un arte.
Y recuerda, si se puede…Wezooit!









